El libro de la vida y Manuel









Cuando Manuel cumplió siete años, se sintió terriblemente decepcionado por sus regalos, todo eran entúpidos juguetes, y un niño tan especial…con juguetes diseñados para romperlos, no se sentía feliz. Además mamá hizo tarta de manzana y no de chocolate como él pidió. No consiguió soplar todas las velas, lo que le entristecía, lógicamente, porque no se cumpliría su genial deseo de desarrollar alas para poder volar ¡Cómo no se había ocurrido a nadie antes nunca! Y el hecho de que quedasen dos velitas encendidas, le dejó desolado, otro año entero sin poder volar. Su madre le decía que no tenía importancia si no lo hacía a la primera, que en verdad tenía hasta tres oportunidades, pero el era un niño muy inteligente, y sospechaba que su madre le mentía para consolarle, porque si era así, ¿Por qué todo el mundo insistía tanto en que se esforzase en apagarlas todas? Y desinflado como pronto estarían los globos de su fiesta, salió al jardín a hablar con su perra, a ver que pensaba ella. Pero la perra estaba bastante más interesada en la siesta y en dejarse acariciar la tripa por el abuelo que en hablar con él. No le importó demasiado, se acercó al abuelo."¿Qué tal niño?" pregunto el anciano."¡MAL!" contesto. "¿cómo mal? ¿qué pasa?" Insistía su abuelo."nada, que no se va a cumplir mi deseo" el abuelo le preguntó por qué, y él le contó que porque faltaban dos velas de las que sopló. Y el abuelo empezó a reírse a carcajadas "¡pero eso no importa hijo!" le dijo "los deseos reales se cumplen siempre, siempre que realmente lo desees" " ¿estás seguro abuelo?”, preguntó Manuel "¿Cómo que si estoy seguro?" dijo, cascarabioso, "Yo lo sé todo, ¿no ves que tengo el libro de la vida…?""¿el libro de la vida?",preguntó el chiquillo. El niño, curioso, con sus ojazos repletos de pestañas y cara de sorpresa "¿Qué es ese libro? Y… si lo sabes todo ¿por qué no me lo cuentas?" "no es una mala pregunta,"dijo el anciano,"no lo es, pero no sé…siempre es bonito aprender poco a poco, no crees?" "¡NO CREO!" Afirmó contundente Manuel rabioso, curioso, nervioso "quiero, quiero ese libro, sé leer muy bien" "ufff! Eso sí que es un problema" dijo el abuelo " ¿cómo que un problema?,¿es un libro no?" "si claro," respondía paciente, pero instigando la curiosidad del niño , mientras dolorido se levantaba del asiento, La perra respingueó para seguirle, tenía toda la actitud de un paseo, Pero se lo pensó mejor el animal, u olió la tarta, porqué cambio de opinión y entro perezosa en casa a mendigar comida. "mira niño,"continuó" esa sí que sabe, de la perra podrías aprender, más que del libro de la vida. Pero no te preocupes, no hace falta saber leer para leerlo, si no… los analfabetos no podrían leerlo, ¿no crees?". La verdad, Manuel no le hizo demasiado caso, todavía estaba extasiado por el hecho de poder aprender algo de la perra, ¡pero si era tonta!. La madre le llamó a dentro para merendar, y quedó con su abuelo en que le dejaría el libro después, así lo leería en la cama, y además, no pasaría nada, porque según el abuelo, tampoco hacía falta luz para leerlo. Después de cenar, el anciano se acercó a Manuel, le dio el libro, era un librito fino, con tapas duras y negras, y grabado de pan de oro con las letras famosas "libro de la vida". "Toma ,Manuel, no les digas nada a tus padres, yo creo que aun eres joven para leerlo…pero bueno, ya que insistes. De todas formas, te gustará, la vida es algo maravilloso, a veces, y con el libro, lo será siempre" dijo el abuelo. Manuel sonrió cómplice, y dijo bajito: "tranquilo, no diré nada a nadie, aunque me torturen, callaré por ti" el abuelo sonrió, le acarició el pelo, y se sentó a ver la tele, se quitó la zapatilla, y cuando la perra lo vio se puso panza arriba, para que le acariciase la barrigota con el pie, sacó la lengua, y con la vista hacia la tele, se quedó tan a gusto." ¿Y ese bicho sabe más de la vida que yo?" pensó Manuel, besó a sus padres y se acostó. Nada más que apagó la luz, cogió el libro escondido bajo el pijama, y era cierto que no hacía falta saber leer para disfrutarlo, porque fue abrirlo por la primera página, y ver un delicioso dibujo de un bosque que se quedó dormido. Lo primero que vio, fue a sí mismo totalmente perdido en el centro de Tokio, todos iban con prisa, no entendía nada, ni lo que decían ni lo que ponía en los carteles, se sintió fatal, el sueño era totalmente real, y tenía miedo, casi se hace pis encima."¿Cómo he llegado aquí?"pensó, aterrado, estaba totalmente perdido.


Comenzó a andar sin dirección concreta. Tenía el estómago a flor de piel, mucho miedo "ojalá tuviera por lo menos a mi perra… "Pensó. "Y eso, que diga lo que diga el abuelo, es tonta perdida, yo hablo con ella y no contesta, ni me hace caso ni nada". En ese momento sintió la pena que sin duda sentía el animal al ver que su ser más querido se burlaba así de ella. Manuel se acongojó, ¿qué ha pasado? no puede ser verdad, no puedo estar en el centro de Tokio…estaba leyendo el libro, no, esto es un sueño." Pero no podía quitarse la amarga sensación de la perra en su pecho."ojalá tuviera aquí a mi perra, aunque sólo sea para pedirle perdón por llamarle tonta". Con eso bastó, de repente se sintió mejor, mucho mejor, se acuclilló en el suelo, feliz, "me ha perdonado" se dijo,"pero… ¿qué pasa? ¿que me he convertido en la perra?" obviamente no, tenía su aspecto de niño de siempre. Al verse, tan solo, tan en Tokio, acuclillado y en pijama en medio de la calle, con chinos alrededor ( a los siete años, la gente de Tokio, son chinos), decidió ponerse en un lugar más escondido, en una acera o un portal. Anduvo buscando uno, y veía a niños como él ,trabajando duro. Uno de ellos, algo más pequeño, le miraba fijamente, parecía hambriento, y nuevamente Manuel se sintió triste, con una profunda tristeza, pensó por qué el mundo era un sitio tan desagradable, él no quiso su tarta de manzana y aquel otro niño, sin zapatos, le miraba con pena y hambre, y no pudo evitar pensar en las palabras de su abuelo cuando le dijo que la vida era maravillosa. Su abuelo no sabía nada, la vida era terrible, y el libro le hizo desgraciado. No tenía con qué poder ayudar al niño, tampoco tenía para él. Pensó que mejor le pediría ayuda que ofrecérsela, pero tampoco esperaba obtener demasiada de un niño menor que él, medio desnudo, sucio y hambriento. Así que decidió que estaba mejor solo, y empezó a andar. No paraba de caminar, a lo lejos vio como una arboleda, y decidió acercarse, se parecía al bosque del libro, y deseaba verlo. Tras el largo paseo llegó al bosque, y sin duda era el mismo bosque que el del libro. El bosque era precioso, y estaba muy transitado por gente de todas las razas. Unos iban, casi todos, otros venían, unos pocos, y algunos estaban sentados. Él empezó a caminar hacia donde iba la mayoría. El camino no estaba mal, frondoso, pero lleno de unos postes cada cien metros en los que ponían rituales a seguir, cada cien metros tenía que hacer un bailecillo. decidió ver cómo era el camino que venía, y se dio la vuelta. El camino estaba casi desierto, más adelante, había más gente, pero la mayoría acababan dándose la vuelta y cogiendo el camino más concurrido. En este camino contra corriente, también había rituales, que eran los bailes contrarios del camino concurrido, pero no tenían ningún sentido casi ninguno… . También omitían algunos bailes, lo que no le pareció nada mal a Manuel. Y por fin vio a una persona que se metió entre la maleza. Parecía reconocerlo y creyó que era su abuelo y corrió tras él: "¡abuelo! ¡abuelo!, soy Manuel!". El abuelo se volvió "vaya, así que te has quedado dormido, y estás soñando" "eso creo" contestó Manuel, "bien, ¿qué haces aquí?, ¿por qué no vas con todos?" preguntó el abuelo."Porque no sé… es un rollo, cada rato hay que bailar, algunos bailes son bonitos, pero otros no tienen sentido" contesto Manuel."¿bailar…? ¡Qué raro!,cuando hice el camino por primera vez no bailaban, pero cada camino…es diferente… Bien, niño, si no te gusta ese camino, ¿por qué no coges el otro?" "porque el otro no es nada mejor. Ahí los bailes no tienen sentido, además, hay gente del camino primero que se meten o pegan a los del camino de vuelta. No parece divertido tampoco, sus bailes; son justo al revés, y, aunque han quitado algunos de los bailes tontos del camino de ida, y eso está bien, y entre ellos, no se pegan, porque en el camino de ida si uno se retrasa los otros tiran de él…¡eso no me gusta!, en el camino de vuelta ,esto, lo hacen menos…pero aun así lo hacen…" Terminó Manuel. El abuelo, respiró hondo, y dijo para si "este niño, sabe lo que no quiere, sabe lo que quiere entonces..." "Y bueno, Manuel" aclaró el abuelo en voz alta "¿qué te parece quedarte quieto?" a lo que Manuel contestó "ahora está bien, porque hablamos, pero si estoy solo me parece aburrido" "¿y qué vas a hacer?" preguntó su abuelo "no sé, seguiré buscando" "Muy bien" contestó," "¿sabrás llegar a casa?" preguntó de broma el abuelo, y Manuel, riendo dijo: "sí, en cuanto me despierte". Ahora estaba tranquilo, porque su abuelo estaba ahí, y ya tenía claro que se trataba de un sueño, si no, ¿cómo habría llegado a Japón él solo? Al quedarse solo, Manuel comenzó a fijarse más detenidamente en la gente, en lo que hacían en los caminos, en todos esos sentados, que se dedicaban a criticar a los que paseaban, en los que empujaban a algunos o tiraban de ellos, para que siguieran el buen camino, el que iba. Cada ciertos metros, un cualquiera gritaba algo, y todos le seguían y hacían caso, y los que llegaban tarde eran objeto de burla. Manuel les oía decir qué ropa llevar, cómo educar a sus hijos o qué comer. No lo entendía. En el camino de vuelta, las cosas no eran ni distintas, ni mejores, era el mismo mundo, pero en negativo, al revés, sin más. Vio algunas personas que se adentraban por donde no había camino, pensó que eso sí que le gustaría, explorar el bosque de verdad. A su aire, sin empujones, ni tirones, ni críticas, o por lo menos no las vería. La pena es que a toda esa gente los demás los tenían miedo, echaban a correr despavoridos cuando los veían, o les tiraban piedras, aunque no parecía importarles demasiado, las recogían y las tiraban al río para ver las ondas del agua, o las aprovechaban para rodear sus hogueras, y asar así la comida.

Eran raros. Todos eran claramente diferentes, vestían a su manera, cada uno a su estilo, cómodamente, sin pretensiones. Por caminos distintos, en grupos o solos. En realidad eran muy pocos. Luego, en el camino de ida vio a su madre, con su padre…"¿vienes Manuel?" le preguntó dulcemente su madre, tendiéndole la mano. Manuel, que detestaba ese camino, contesto: "No. iré por aquí, por entre los árboles, quiero ver el mundo y bailar lo que quiera, pero iré a buscarte a veces, no me alejare de ti" "entonces" contestó la madre "llévate a la perra, estaré más tranquila" Manuel miró alrededor, no vio la perra…"¿Dónde está mamá? No la veo" "ahí" y señaló a un pordiosero de los que no iban por el camino, si no entre los árboles…Manuel, sin miedo se acercó…y el pordiosero empezó a lamerle la cara… Rompió a reír, y así se despertó riéndose, con la perra encima, lamiéndole la cara…y un dulce olor a tarta de chocolate.

"¡FELIZ CUMPLEAÑOS! "Gritaba su familia al entrar en su dormitorio… Manuel sonrió, y pensó que todo había sido un sueño. Al abrir los regalos, puso especial atención el de su abuelo, un librito fino, con tapas duras y negras, y grabado de pan de oro…

1 Response to "El libro de la vida y Manuel"

  1. Anónimo Says:

    Hola,

    me ha gustado tu alegoría del camino de la vida
    y el chico raro de mente abierta

    Si no recuerdo mal, había leído una versión anterior más sencilla.


    Fdo: Lector estupefacto.

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