EL SABIO, EL ALUMNO Y EL PROFETA.

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En la playa, miraba Teresa jugar a sus hijos, Juan y Albert.

Viendo la madre que iban a caerse tras la pelota que rodaba por los acantilados gritó:

“¡Cuidado, niños, os vais a caer!”

Juan la escuchó y se cayó, hiriéndose la rodilla.

Albert se río y dijo “Sí, mamá, porque tú lo digas” y siguió jugando.

¿Cuál es el profeta? ¿Cuál el alumno? ¿Cuál el sabio?

¿y qué hay si además os dijera qué todos somos el sabio, el profeta, el alumno y el alumno, y el sabio y el alumno, y el profeta, y el sabio, y el alumno y……

Profeta: Piensa antes de hablar

Alumno: Cuestiona al profeta

Sabio: Enséñame.

Mi halcón

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Hoy es el vicio nena
Hoy es el vicio
El que me llama a entre tus piernas…

Hoy me posee la bestia


Te sigo…
Te husmeo
¿Donde andas?
No importa… soy un guerrero, un cazador, gano la presa y cuelgo mi trofeo junto a mi halcón
Tu melena atada a mis manos,
Es mi deseo y mando yo.

Te voy a cazar.

Paseo… todo entero de cuero y cazador
Ummm

Creo que ya te huelo,

¡Ahí! Junto al río inocente te lavas…
Créeme, que yo no tengo nada de bueno…
Vas a ver lo que es la tierra
Te voy a llevar de viaje a ella
Porque el mundo está donde mis manos agarran tu melena.
En tu lamento y movimiento
Te hago perra
Y por alguna razón
Me buscas

Y ya no piensas nena
Ya no pienses nena
Ya no pienso nena
Sólo somos dos dioses tumbados en la hierba abrazados rodeados del mundo

Y has aprendido
Que haciéndote la guerra yo
Nena, me has hecho el amor.

Aquí

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¡Eh!

Aquí…

¡Aquí!

Donde duele cuando canta

Donde canta, cuando duele…

Donde amas…

Aquí…

Donde los versos desgarran

Y nos dejan con las ganas

Donde nos brillan los ojos

En tu cara…

Aquí…

Estoy aquí…

Donde la risa alegre de un niño…

Donde la elegancia de las plantas

y el mundo entero

se alza

para bien…

Para tu bien…

¡Eh!

¡Escucha!!

Aquí…

Donde vives…

(no donde penas ni donde hablas)

Eso ni crece

Ni nace

Ni muere

Pero se reparte

Y se retuerce

Y nunca duerme…

Y nunca busca

Porque está ya en casa…

¿entiendes?

Pss… ¡calla! sólo escucha… esto no es más que música…

No leas las palabras… sólo escucha… con el alma…

Como cuando bailas.

no ahí arriba, donde temes piensas crees dudas …

Quédate aquí…

Donde no duele amar

Y si duele

¡quieres más!

Porque sabe la verdad….

Silencio…

Calla…

Escucha…

Calla…

Enmudece….

Es aquí… aquí… donde la vida nace…

Donde se está quieto el mundo

¡¡¡Donde habita la verdad!!!

Aquí

Donde me hayo

Donde te tengo

Donde todos estamos cuando no estamos

¡¡Aquí!!

¡¡Di sí!!!

Porque aquí sólo hay sí

Porque es verdad

Sólo verdad…

Tan sencillo si te callas…

“Aquí” sabe la verdad…

Donde la risa calienta

Y deja resaca luego

Con forma de media luna

Poseída y sin sentido

¡Porque la risa es un sabio sin-sentido!

Entonces agitas el mundo

Y todos, entonces, estamos “aquí” contigo…

Agitados, alegres, enteros y desmedidos…

Aquí, donde los poetas nos morimos.

Donde te quieren tus hijos.

Donde no te echa en falta tu marido…

Porque está siempre contigo…

Aquí donde el pan está caliente…

Donde siempre es una alegría verte…

Aquí

Donde da gusto estirarse…

En un espejo,

En tu reflejo…

Donde no hay nada salvo un glorioso y hermoso

¡GRACIAS!

Descartando a Descartes

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Siento, luego vivo.

Nueve

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La confianza no se gana, se entrega, luego eres libre de elegir desconfiar, pero si confías en ti, confías en todo

¿sabéis que todos somos lo único?

Amistad

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A mis amigos


Quien tiene un amigo no tiene un tesoro, porque no lo necesita.

Pintar

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¡Arded dedos! ¡Arded!

Yo os lo ordeno

Arded de fuego.

Arded de ganas, de caos de lujuria y tiento…

Arded!

Romped el color.

Destruid la paleta.

No escuchéis a la razón.

Escucha al vientre animal.

Escucha al corazón ardiente.

Mente, calla

Calla ya y pinta hasta destrozar el lienzo.

Hasta vagar…

Harta perderte…

Hasta encontrarte…

Hasta reír…

Hasta morir…

Hasta matar…

Y luego, bestia mía, libidinosa y tremenda

después,

Con chispas en los ojos lujuriosos

Y hierro fundido en el vientre perfecto

mira tu obra.

Y entonces, sólo entonces, enciéndete un cigarro

y ponte entera y eterna a otra cosa…

Churumbela

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Churumbela* de ojos negros,

Ojos grandes,

Ojos tibios, que sonríes como un ángel miras como un diablillo

En el vagón de este metro juegas a hacer equilibrios

Las barandillas del metro ahora son un tiovivo.

Sube y baja el vientre firme,

Feo, plano y renegrido,

Y tus patitas son ganchos

Que se aferran a las sillas como si fueran estribos.

Y tú estás alegre y serena

Jugando sin preocuparte

Rodeada de la gente

Que mira por no mirarte…

Te me antojas lagartija

Un pececillo bribón,

La cola de un renacuajo

Y una abeja o un ratón.

Me pareces la sirena

Que vive en la civilización

Y sigue leyes muy antiguas

Más sabias que la razón.

Me pareces poesía

Me paredes una flor,

Me pareces que estás viva,

Que estás más viva que yo

Y te escribo estos versos

En este triste rincón

En el vagón de este metro

Que estaba muerto, y ya no.



* niña gitana.

Mi coronel

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Mi coronel, yo me cuadro,

como cualquier buen soldado

soy su hija

usted, el sabio

el que todo me lo ha dado

mi maestro

mi legado...

con su experiencia vital

me enseña a mejorar

(y si este alumno no supera al maestro

mal alumno, o mal maestro)

le amo mi coronel

si tres consejos me dio

no los hubo mejor.

le amo mi coronel

no olvide, si algo puedo enseñarle

que más que yo le amo

me ama usted

que más que usted me ama,

le ama Él. *




* Dios.

Humor

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¿Qué es eso del humor inteligente?
lo que es inteligente, es reír....

Ocho

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No hay nada como la libertad del esclavo, pues no tiene que elegir ni decidir…

Orgullo

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El orgullo es el disfraz que se pone la inseguridad para reafirmarse.
La cura es la humildad que nos desnuda, haciéndonos ser nosotros mismos.

Adivinanza

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Adivinanza:
¿Quien te quiere?

SONRIE!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Tu amada...

Dinero & felicidad

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El que piensa que el dinero da la felicidad es porque no conoce ni el dinero, ni la felicidad.

Aunque duela

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La diferencia entre un cínico y un necio, es que el cínico conoce lo que teme.

para Pitt

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con cariño:



un misántropo no es más que un filántropo con los ojos abiertos.

Violines

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Si los niños llorasen como lloran los violines, las madres, lejos de consolarlos, llorarían con ellos...

María Melena

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Con toco mi amor... pero al precio del tuyo...



María Melena y su cara ovalada se enfadan de amor.


Nos queremos tanto María y yo, que cada vez que alguna se tropieza, la otra llora de pena, la una ríe del tropezón.


María Melena y su cara ovalada, era mi infancia.


Y hay algunas fotos, con su piel más blanca, que siempre me dicen que la vida fue dura y que nos hizo fuertes.


Entre pitillo y pitillo no caben las lágrimas…

Si le hablo de bichos, la pobre me escucha…

Si me habla de créditos… le escucha la nada.

Si ella pide algo le sobra pedirlo, entre nosotras sólo hay un pacto, y es que no hay nada que no compartamos, salvo un abrazo…


Me ponía yo su ropa, siempre se la devolvía rota…

Ella se enfadaba, luego se disculpaba.

(Cosas que le pasan)


María Melena me quiere más de lo que puede…


Y cuando yo sea Dios volveré a elegir a María, porque es una de tantas de las que no hay dos…


María Melena, María ovalada, María con la piel rosada, María ojos verdes, María más rubia que nada, María policromada de manos redondeadas que dan siempre la última palabra, como la esperanza.

La pequeña Candela

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El apodo de "pequeña Candela" hacía años que ya no tenía gracia. Ya no era pequeña, era vieja y fea, gris o de color de sombra. Todo esto hacía que, más que pequeña y fea, fuera invisible.

Trabajaba en el Instituto Nacional Forense, en el departamento de investigación entomológica.

Estrictamente sola, muy respetada, día tras día hacía su jornada laboral.

Cuarenta y cuatro años. Y sin embargo, aun su corazón tarareaba canciones propias de la infancia cuando paseaba por las calles de su ciudad. Y aun dedicaba una sonrisa a una mariposa. Y sí, aún sentía una vergüenza humillante si, por casualidad, descubría que llevaba abierta la cremallera de su falda.

Y aunque todo era gris en ella, sus labios eran rojo oscuro intenso, bien formados, gruesos, y resecos debido, a la falta de mimo, la mala calidad del carmín y a que no acostumbraba a retocárselos. Contrastaban con el pelo, raya en medio, prieto y oscuro, con algunas canas que se escapaban de su torpe tinte. Ojos marrones, uno algo más cerrado que el otro, gesto que fue imperceptible hasta los treinta y cinco o más, edad en que la flaccidez, y la tristeza, lo hicieron más patente.

Pero a partir de entonces el gesto se transformó en inquisitivo, gesto de sabiduría, toda una lumbrera. Se supo sabia e importante y supo, también, que no había razón para dar explicaciones a tanto crío ignorante que estudiaba insectos con entusiasmo. Su libro hablaba por ella, si con eso no tenían suficiente, un oportuno alzamiento de ceja bastaba. Y de repente, como por arte de magia, todos consideraban mucho más documentado su libro. Miedo daba la pequeña vieja y fea Candela. ¿Fea? quizá no, quizá no era fea, pero ella siempre había creído serlo, de manera, que nadie se atrevía a contradecir a la mujer del alzamiento de ceja.

Si olía a violetas, nadie lo sabía, parecía que oliera a alcanfor.

Una mañana de primavera, miraba a través de su lupa, cuando por una mezcla de mala suerte y músculos fríos, sufrió un tirón en el cuello. Dolía mucho. Se tumbó en la camilla, y se puso una toalla caliente. El calor la confortó, pero le seguía doliendo. Hacía algo de frió en el laboratorio, como siempre, vestida con su bata blanca, tumbada en la camilla, rebuscó en su bolso, myolastan, ahí estaban las píldoras del placer. Se tomó dos, parecía una muerta más, y se durmió.

Pero la primavera le dio una tregua y un rayo de sol fue a caer a su pelo, que se convirtió en dorado, su piel refulgía, blancura luminosa en cada partícula encendida de polvo que volaba. La expresión de placer psicotrópico la delataba. Por fin, cuarenta y cuatro años tarde, Candela se relajó.

Pablo de esto no tenía ni idea. Su trabajo era ser feliz, era el hombre más feliz del mundo y a jornada completa.

Pero hoy el día se dibuja medio triste. No había colegio, gran desgracia. Los días que no había colegio tenía serios problemas para encontrar comida.

Las madres intentaban, al menos algunas, que sus hijos comieran sano, y les hacían los bocadillos. Pero los niños se gastaban el dinero, que también les daban, en chucherías y, claro, algunos tiraban los bocadillos. El instituto también era un buffet libre, si sabías donde buscar, las anoréxicas se deshacían a escondidas de sus bocatas y Pablo las tenía fichadas a todas. Tiraban toda su comida en el parque o en la papelera cerca del bus, muchas en el váter, algo imperdonable para él, pero lo consideraba como un "daño colateral".

La guitarra al hombro.

En su mochila siempre algunos libros viejos y manoseados.

Aquella mañana, el mismo rayo de luz que bañaba a Candela, verdeaba el jardín del instituto forense. Todos fumaban, Pablo, comprobando que seguramente no le sería demasiado difícil entrar, entró. Siempre había una nevera que saquear, un bocadillo que robar, siempre había comida donde la gente trabajaba y siempre confiaban y la dejaban, así, a la vista.

Y contento anduvo por los pasillos de suelos estériles de hospital. Olor a formol y a miedo. Olor a hospital de muertos. Calor, mucho, en los pasillos. Llegó al reino del hielo eterno, donde dormía Candela.

Qué muerta tan hermosa. No estaría muerta.

Se acercó a ella. Miró las paredes llenas de vitrinas de bichos.

En pie, a su lado, con el dorso de la mano le acarició suave la piel de su rosada de la mejilla. Candela, como un animalillo se movió hacía la mano, buscando cariño y calor. Claro que no está muerta, sólo dormida. Y al notar la necesidad de cariño que ella tenía, siguió tocándole la cara, acariciándole el cuello. Y se tumbó, a su lado. Sólo quería darle calor y acariciarla. Pero la caricia fue el beso del príncipe, y Candela le agarró deseosa. Y dormida, casi sonámbula, se le abalanzó, oliéndole con ansiedad y moviendo su pelvis.

Como buen caballero español, Pablo era todo un hombre, así que se dejó llevar, y acabaron haciendo el amor. Él contra la fantasía semi-inconsciente de ella, que tuvo y siempre lo diría así, la mejor fantasía sexual de su vida.

Al terminar Pablo sabía que no la había violado. Más bien al revés. La dejó, más sonriente que con el myolastan y bien tapada. Ya se había escondido el rayo de sol. Olía como a atún en el bolso de ella, le robó el bocadillo y decidió no olvidarla jamás.

Para él, ahora ella era la mujer más hermosa del mundo… Se despertó lozana, impúdica, Con una risilla traviesa saltó de la camilla y decidió no hacerse el moño. Ni se acordaba del tirón del cuello. Salió hecha una jovencita del laboratorio.

Por una vez los hombres que con ella trabajan la vieron, dejó de ser invisible. Sonreía a sus compañeros que, sin saber qué hacer, le devolvían, sorprendidos, la sonrisa.

Limpieza de cutis, uñas, maquillaje ¡OH! Y sobre todo, por fin, depilación de cejas que endulzo su alzamiento tan temido sin perder poder alguno.

Una camiseta de algodón barata y rosa, prieta, un sujetador al fin de su justa talla, que alzaba su pecho. Y sí, Candela robaba alguna mirada que otra en el metro, en el bus, paseando...

Pero, no todo era bueno. Precoz, tuvo la menopausia. Como buena científica consideró si el hecho de su regla perdida podría tener que ver con su felicidad encontrada, pero no parecía haber relación. Así que, concluyó, era la menopausia.

Estaba regordeta, renovó su vestuario, y paseaba porque sí. Fantaseaba con gigantes salvajes llenos de pelos y brutalidad, se masturbaba a diario, una media de dos veces, y sus orgasmos resonaban abiertamente. El pecho se le quería salir del escote ¡Estaba tan feliz! Comía, era normal que engordase. Se ponía morada de galletas saladas, pistachos, y de melón. Sentía una creciente necesidad de comer esta fruta, que no se explicaba pero que era bienvenida.

Y Pablo no la podía olvidar. ¿Cómo olvidar a la dulce cachondona que le olía?. Él sí notó su perfume de violetas, y la recordaba por esto. Recordó el sabor de la mayonesa comprada del bocadillo de atún. Recordó el olor de formol. Los insectos en las paredes. Las ganas de ella...

Pero no tenía nada que ofrecer, y nada sabía de ella. Estaría casada y eso explicaría su acumulada hambre sexual.

Tocó la guitarra a conciencia, incluso se marcó un cante por bulerías. No tenía pinta alguna de gitano, más bien de bárbaro, con la melena clara despeinada, alto y fuerte. Volvería a verla.

Se compró una camiseta amplia del color de sus ojos, se peinó con suavizante. Aunque siempre fue muy limpio, sentía que tenía el olor de la pobreza pegado y se lavó más y mejor, se corto las uñas de los pies, se puso sus mejores pantalones (tampoco era como para comprarse unos nuevos, ya tenía dos) y el hombre menos presumido del mundo reemprendió su trayecto al instituto nacional forense a reencontrarse con la mujer menos presumida del mundo.

Ahí estaba.

Sonrió Pablo mirándola tras el cristal. Ella comía galletas con queso, no paraba de comer, escuchaba el lago de los cisnes y sacaba gordas larvas del oído de un cadáver. Bailando de acá para allá como el cisne que se sentía nuestra patita fea. Y no le importaba el hedor de la muerte lo más mínimo. Ni a Pablo, él olía las violetas. Pero en un giro danzante de irresponsable forense, le vio, a través del cristal.

Alzó su deja y lanzó todos sus tanques de guerra. De repente las violetas desaparecieron, el cisne y el pato feo, sólo había una ogra que venía hacia la puerta. Candela dijo "¿qué desea?"

Se quedó sin palabras. No le reconoció, era lógico, tan apenas abrió los ojos en su encuentro anterior.

"He encontrado un bicho raro" -contestó rápido- "quisiera saber la especie, ¿a quién le puedo preguntar?" "ahora no tengo tiempo" -respondió ella- "¿lo tiene aquí?"

"No"- siguió Pablo.-"está en casa, no quería que se le rompieran las patas, ya sabe, si quiere lo puedo traer mañana".

"Tráigalo a primera hora"

Se dio media vuelta, mientras esperaba que él cerrase la puerta con él tras ella.

Pablo no había salido. En su afán por controlar la situación estuvo observándola algo más de tiempo. Y, en un mero acto de poder, mientras ella trabajaba sin saber que estaba detrás, le abrió el bolso y le robo el bocadillo, de jamón, muy bueno.

Como no tenía ni idea de dónde sacar un bicho raro, se fue al parque y cogió el más raro que vio.

Aquella tarde Candela se dio un baño, estaba muy gorda, había engordado en general, pero desde luego su barriga estaba hinchada y no tenía buen aspecto. Pensó en un tumor.

Hacía días que le rondaba la idea de la enfermedad por la cabeza, ya no era joven y además estaba cambiando. El pelo lo tenía más bonito que nunca, tan apenas se le caía, la piel hinchada, su tono gris era color rosa melocotón, los ojos muertos estaban líquidos, pero lo que más le preocupaba, o lo único que parecía un síntoma de enfermedad, era su vientre hinchado y duro. Ahí no había grasa, eso era un tumor.

Como buena médico era terriblemente hipocondríaca, y sabía, como buena hipocondríaca, que si no iba al médico no moriría. Sabía que debía darle la espalda a su enfermedad. Se compró una botella de vodka y decidió pasar la noche bebiendo y llorando por su vida, viéndose a sí misma tumbada en su camilla. Se auto compadeció a gusto. Solterona, medio virgen, nunca supo si realmente perdió o no la virginidad con aquel turista en su pueblo ese verano de sus dieciocho.

Su soledad inmensa, sin amigos. Don Paco, el bigotudo conserje que durante años le tiró los tejos y ella que estudió en la facultad de Medicina, que se doctoró con sólo veintisiete años, que sabía todo sobre el microcosmos, no, ni se planteó salir con el inculto borrico con tendencias ludópatas de don Paco. Ni por asomo. Aunque durante años fuera su único as en la manga.

A la mañana siguiente la peor resaca del mundo hizo que, por primera vez en su vida, mintiera para no ir a trabajar.

Él la esperaba pero no llegó. Preguntó a don Paco que qué le pasaba a la forense. Éste dijo que estaba mala. "Vaya, que pena...quería verla" y se fue triste. Se dio cuenta, por aquellos días, de que tenía muchas ganas ya de enamorarse, de sentar la cabeza, de dejar atrás ese sueño infantil de libertad. Tenía su carrera de piano, y ya era hora de que el mundo supiera quien era él. Decidió, y se mantuvo. Ganó suficiente dinero con la guitarra durante esos días para alquilar un piso ilegal.

Pintó las paredes, regeneró su vestuario, se cortó las puntas del pelo, y comenzó trabajando de piano-man en un piano-bar tocando horteradas para horteras. Era un principio.

Y Candela seguía preocupada, el tumor crecía, decidió salir de dudas, ya estaba preparada, ese día estaba triste, así que decidió que se suicidaría de "cáncer a la morfina", qué dulce muerte. Licencia para drogarse a base de bien, con calidad y sin más camello que uno de bata blanca.

En cuanto el médico de cabecera la vio y le tocó la barriga por fuera, le preguntó si era posible que estuviera embarazada. Ella dijo que era del todo imposible. Además de menopáusica llevaba siglos sin tener relaciones. Pero la exploración lo confirmó, estaba embarazada de diecisiete semanas. Era imposible ¡Si prácticamente era virgen!

Aterrorizada, empapada de sudor frío, sufrió un infierno hasta la confirmación de la ecografía.

"¡Es imposible!"-pensaba, pero no dijo más lo de que no era posible porque sabía lo que pensaban los médicos de las vírgenes preñadas, así como de las amnésicas alcohólicas, más propio de su edad. Decidió callar y medio contenta, no estaba segura, tocándose la barriga, volvió dando un paseo a su casa.

"¡Qué raro!, ¡pero qué raro...! no entiendo". Se decía, "y qué mal momento, ahora que pensaba suicidarme con cáncer y morfina, me toca vivir nada menos que la maternidad... ¡No puedo abortar! Eso no, imposible" En el fondo deseaba dejar de estar sola.

Confundida hasta su límite, volvió a casa, y poco a poco asumió su preñez.

No recordaba nada de la camilla soleada ni del salvaje indigente que respondió a sus demandas. Pero Pablo se acordaba de ella. Seguía con su vida. Su piano-bar, las oposiciones de profesor de música, y la leve y lenta decoración del pisito alquilado. Tenía casa, cojines, ascensor y hasta una alfombra en el salón.

Echaba de menos la falta de responsabilidad de su propia vida. Ahora era como si la vida costase esfuerzo, antes era un regalo. Un bocadillo de chóped con queso, era un regalo. Si mamá además había comprado queso bueno para el bocadillo, esto era un día glorioso.

Y no soportaba más acordarse de la calentita Candela en la camilla, volvió a verla. La vio fuera, almorzando y hablando por el móvil, preñada, mucho. Casi le dio un vuelco el corazón. ¡Cómo podía haberle traicionado así!

Ella, sentada en un banco hablaba por teléfono. Ahora Pablo no podría robarle el bocadillo, no le robaría a un niño indefenso, se quedó acurrucado entre los matorrales tras ella, tenía un enorme control en los parques y jardines, sabía volverse invisible como nadie. Escucho la conversación, en la que ella enfadada justificaba su derecho a estar embarazada e ignorar de quien a su hermana. Se enfadó en un momento y colgó. Mordió malhumorada el bocata y sollozó tan hondo que casi se le escapa un llanto.

Pablo, que lo vio y oyó todo desde la discreción de su invisibilidad, salió de su agujero, fingió que estaba rebuscando algo en el suelo. Ella le miró. No le reconoció inmediatamente. Él, muy hábil, mientras continuaba agachado puso su indiscreto culo prácticamente en la cara de ella. Le gustaba provocar. Se volvió y le sonrió y dijo "hombre, es usted, qué casualidad, ando justo buscando un bicho que se me ha escapado" ella, que estaba sorprendida de la naturalidad del chico, contestó "Le interesan los insectos, por lo que veo" "Son bonitos"-replicó él, " Le traje el bicho raro aquella mañana, pero no estaba. Una pena, no he visto otro igual"

Candela sentía la necesidad de ser amable con él, tal vez porque discutir con su hermana le puso nerviosa, y los nervios, a su vez, le hacían sentir vulnerable. Contestó firmemente, como toda una entomóloga "bueno, la verdad, dos insectos pueden parecerse mucho y no tener nada que ver, pero con una descripción podría, a lo mejor, hacerme una idea de la especie y de donde podría encontrar otros""¡claro!"-contesto él, con una sonrisa- casi dio un salto para sentarse junto a ella y le describió la maravilla del bicho. Y hablaron y hablaron, y lo pasaron bien. A ella se le llenaba la boca de tecnicismos, y coqueteaba. Él también, más descarado y algo generoso en gestos, la miraba. Aprovechaba para retirarle una miguita del pelo, aprovechaba ella para tocarle, casi sin tocar, el muslo duro. Aprovecharon todo el día para conocerse, y la noche para pasear entre las frescas terrazas del otoño.

Pablo no le contó cómo fue su primer encuentro. Pero pronto sospechó que el niño era de él. La fecha coincidía. Pero él jamás conoció a la Candela gris, sino a la que él creó, alegre y desahogada. Esta Candela era más que capaz de tener una frenética vida sexual en la que era posible no saber realmente, de entre muchos, cuál sería el padre. Aunque sospechó, más que por la conversación que tenía con él, por lo que oyó que hablaba con su hermana que quizá ella no recordase cómo ni cuándo ocurrió.

Pasaron el día juntos. Pablo le contó de su vida, lo último, que era pianista, que preparaba las oposiciones de piano, no estaba mal...no le daría de comer, pero era digno.

La acompañó a casa.

No subió, pero poco a poco empezaron a verse a menudo.

Ella no podía entender porque ese hombre, algo más joven, se fijaba en ella y más embarazada de otro. Él ya no tenía razón para abandonarla. Necesitaba saber a toda costa si el niño era suyo. Si no era así, se dejaría llevar sin más, pero si el hijo era suyo, si estaba claro, era la señal definitiva de que ella era para él.

Y ya, cuando sin llegar a besarse, establecieron ese tipo de relación en que la confianza aun no es molesta, sino que acerca, Candela, glotona en su sofá riendo viendo una película, tan relajada, tan bien acompañada por su gigante, bebió un trago de horchata que, con la risa se le salió por la nariz. La vergüenza sobresaltó sus ojos, que parecía que se le iban a salir. Ella estaba vulnerable, Pablo, el depredador, aprovechó y preguntó-"dime, Candela ¿Sabes de quien es el niño?" .Candela, molesta por el allanamiento de su morada de vergüenza, contestó seca, mientras se limpiaba para recobrar la dignidad."Ya sabes que no" "de acuerdo" apaciguó él.

El romance sin sexo continuaba entre ambos, Pablo no quería atacar, la veía confusa.

Y así paso el tiempo hasta que nació el niño con los ojos, grandes, como los de papá.

Candela le llamo Pablo, en honor al Pablo que la llevó al hospital a las cinco de la madrugada.

El chico crecía.

Llegó la primavera. Resplandeciente en la siesta, su cuerpo lleno de montañas y valles, otra vez bañado del sol en su cama. El bebé dormía junto a ella, Pablo, experto en robar comida, ahora también conocido como canguro o chico para todo, comía un yogur de ella en el marco de la puerta y la miraba. El sabor agridulce de ella, la falta inevitable de sentido del humor, la mala leche y la inteligencia casi clarividente, la dulzura a ratos, el sexo apasionado y brutal, aunque inconsciente. Amaba a aquella amarga y sentida mujer rara y solitaria.

Se metió en la cama con ella, se tapó con el sol otra vez, se desnudó y la desnudó, ella pensaba que él le quitaba el sujetador para dar de mamar al bebé, tenía tanto sueño que no se quería despertar. A estas alturas la confianza era mucha y se dejaba, pero empezó a besarla y otra vez Candela se entregó, esta vez consciente, apasionada y feliz, a los brazos de su hombre.

Como la última vez, el hambre de ella se hizo evidente, y le devoró.

Y pasaron los meses y se querían y se casaron.

El adoptó al niño como hijo suyo, sabiendo que sí, que lo era. Pero sólo él lo sabía.

Aun no había empezado Pablo padre a enseñar a su hijo a llamarle papá, pero Candela si le enseñó a llamarla mamá. El niño no sabía pronunciarlo bien, y esa labial m se volvía una mp pm...y sin querer el niño decía pmapma, casi papá, tan papá como pudo haber sido mamá dirigiéndose alegre a Pablo.

Candela reía y les miraba "mira, te ha llamado papá" dijo ella-"¿y qué esperabas?"- contesto él.

Nunca hubo test de paternidad, para qué, si ella ni sospechaba quien pudo ser, pero si lo hubiera habido, hubiera sido la primera vez en que, sorprendentemente, el padre adoptivo hubiera sido, inexplicablemente el padre biológico. ¿Cuántas probabilidades hay de eso?

Frases

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Confía, y lo bueno llega... desconfía, y no lo verás llegar...

Siete

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Voy por la vida con el corazón desnudo como escudo,
y con la mente fría como espada.

Seis

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Esta idea, la primera frase en realidad, salió de un concurso de microrelatos en cadena.
Como me es imposible acceder a la aplicación para presentarlo, aquí lo comparto con vosotros.





Papá solía morir dos veces al día.
Me explico:

Dos entierros al día.
Dos elecciones de ataúd al día.
Dos duelos al día, con sus correspondientes cinco fases, a saber: negación, ira, negociación, depresión y aceptación, suman ¡Diez fases de duelo al día!

Dos compras de ropa, a la altura de las circunstancias al día.
Dos sustos al día.
Dos gritos al día.
Dos aullidos al día.
Dos "¿Qué vamos a hacer sin él?" al día.
Dos preguntas sin respuesta al día de: "¿Por qué?"
Dos reconocimientos del cuerpo al día.
Dos preocuparse por mamá al día.
Dos testamentos al día.
Dos guardar su ropa al día.
Dos explicaciones de por qué a ese señor le da por morirse y resucitar dos veces al día en miles de cadenas de televisión y radio.
Dos dolores de alma al día.
Dos convites improvisados y de despensa para desconocidos al día.
Dos misas al día.
Un millón de llantos al día.

Comprenderán ustedes, señores jueces, por qué hicimos que a la tercera fuera la vencida.

A la chica de ojos grandes

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para alguien, en sielencio... siempre serás la mejor madre del mundo




Al corazón generoso que se da
que se entrega
no se vacía...
si no se llena.

Por eso, niña
en tu mirada
no eres tan niña.

Por eso niña
en tu mirada
se transparenta un alma.

Alma antigua
alma sabia
alma que sabe que no sabe nada.

(por eso pregunta, por eso aprende, por eso nunca se atasca)

Alma buena
alma entregada.

No quiero ver en tus ojos
ni una sola mancha
que diga que le pasa algo malo
a tu alma...

porque niña,
ya no eres tan niña...
porque niña...
ahora ya eres sabia.

Sigue el camino de tu corazón
escucha su latido,
síguelo...
mira hacia delante
con tus ojos grandes
y cómete en mundo
con tu escudo
que es tu perfecto corazón desnudo....

Seis

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Cabezonería: defecto de necios

Tenacidad: virtud de sabios.

¿Sinónimos?

A Dulce I

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Algunas veces siento que te quiero
Cuando otras simplemente, te desprecio.

No. Eso no es cierto.
Perdona el tropezón.

Pero es que es tanto lo que te echo de menos.
Tanto lo que te alejas
Tanto lo que no veo.
Mis ojos miran a un horizonte vacío
Sin tus rizos negros
Pequeña dulce estrella milagrosa
Sin ti
El mundo está vacío.

No hay puertos donde amarrar mi destino
No hay camino.

Y no es por mí.
O es por mí.
No sé.
Pero es.
Está. forjado a fuego
Con el hierro del cariño.

Dime pequeña
¿A qué tienes miedo?
¿A quererme como merezco?
¿O a quererme demasiado?
Alguien que tiene tanto miedo de amar
Tiene mucho que dar.

Divina criatura divina

Te echo tanto de menos.

Pero sí, confieso algo que sé
Que todos estamos solos
Que no hay mentiras que valgan
Que me voy sola por estos derroteros
Que no te necesito.

Eres prescindible como cualquier cosa que no sea
Agua, comida o aliento para este mamífero.

Te dejo ir, ya que no quieres venir.
No tengo nada que enseñarte.
Sabes demasiado ya, es hora más bien de olvidar.
Quédate en paz.

Sonata nº 3 de Rachmaninov para sordos.

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Este es un humilde homenaje a la sonata nº 3 del maestro Rachmaninov.



Así... Despacito...

Vamos andando andante

Te espero. Anhelo

Pero ansío

Se que vas a explotar

Se que debo esperar.

Dame... Dame... Dame un poco más...

Así...

Despacio

Espero ansío temo....

Son teclas de cristal

Y son tus dedos de fuego.

Al piano

¡PIANISTA¡

Te espero.

Paciencia, me digo... Que llega, que llega...

¡Y NO LLEGA!

¡OH! ¡Cuánto te odio!

¡Cuánto te deseo!

Brutal sinfonía de nada.

Subo el volumen.

Ahora el chelo preludia el qué sé yo que dirás.

Es cadencioso, me calma, me calma... Paz... Tranquila hermana... Va a llegar…

¿Y qué es eso? ¿Cosquillas al violín?

Ahora que estaba en paz

¡Otras dos terribles teclas de cristal!

¡Venga! ¡Venga ese piano ya!

Se vuelve misionero de su rezo.

Yo lo espero.

Me da miedo.

Es la poesía que domina al tiempo

Lo hace suyo

Y mi latido obedece tu tempo...

Empiezas a volverte loco

¡AH SÍ! RACHMANINOV.

...así, Rachmaninov...

¡Vuélvete loco!

¡No tengas miedo!

Destruye estas teclas

Con tus dedos de fuego.

¡EXPERTO!

¿Ahora jugueteas?

¿Me haces cosquillas?

Pero... ¿Qué esperas?

¿¡Por qué que me haces esto!?

Déjame dibujar tu música...

¡Medio minuto y seré muerta de un teclazo!

...Espero aguardo y callo...

Violín adentro y...

Tin tin tin tin

Ahí le has dado.

Ya ha pasado.

Muy bien, así, despacio...

Dámelo todo, así despacio...

Despacio...

Ahora encriptado

Lo entiendo, es lógico

Bien...

¡CAOS!

Graves, fuego, trompetas

Y danzas de fuego y hambre

¿Dónde?

¡DONDE LA TIERRA NO TIENE NOMBRE!

Ah sí... Ahora... sí, sí, sí, tin, tin, tin ¡TÚ! ¡TÚ! ¡TÚ! ¡TÚ!

¡TACHÁN!

¡YAAAAAAAAA!

Tu desesperación se hace palabras locas y ajetreadas. Mi corazón se acelera, mis ojos se cierran Tus brujas susurran a lo lejos de la melodía ¡Cómo sabes...! ¡Cómo sabes lo que haces!

Y volvemos al principio... A la cadencia anhelante...

Lo has dado todo.

Ya estoy de nuevo en el abismo.

Espero...

A Leo

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Por aquellos días, aun recuerdo
Andaba yo muy asustada.
Y no solamente andaba
También comía bebía y hasta amaba
(Un imposible)
Aterrada.

Llegué a ti por el dictamen de la desesperación
Tan íntima amiga del miedo.

Y tú, Leo, nombre de león
Me bautizaste
Dijiste:

” Tú eres un fresno en medio de pinos…
No pasa nada, cuando es primavera,
Floreces. Y los pinos siempre permanecen verdes…
Pero en primavera, tú, floreces”

Bella manera tuviste de llamarme distinta.
Ha habido tantas…

La más sincera sin duda “rara”
Estaba también la diplomática, “especial”
La cegada “genial”
La condescendiente… “diferente”
La de mi madre “más que un perro verde”
La de mi padre…”simplemente tú”
Seguidores me dicen “excéntrica”
Yo me digo kassandra
Siendo como soy de nombre Ana.

Pero tú me definiste Leo.
No me pusiste un vago adjetivo,
Tú, me llamaste fresno.

Y Leo… sí… soy un fresno
En medio de pinos.

Gracias a Dios, porque los pinos no huelen lo bien que huelen los pinos al calor.
Porque los pinos no ven sus cabezas erguirse tan altas para encontrar al sol.
Porque los pinos dan piñones tan normales,
Y sólo yo los encuentro esenciales.
Porque florezco en primavera y me pelo en el otoño
Para preparar mejor mi tierra.
Porque sigo el dictamen de mi naturaleza
El único dictamen, el del viejo sol.

Porque mi padre siempre tuvo razón

Bello matiz querido Leo.
Para mí eres otro fresno rodeado de pinos…
A ti te tienen miedo.

Normal… siendo tú un genio. (y yo a tu lado, un ciego)
Pero de fresno a fresno
Algo que sólo los fresnos entendemos
Que los pinos que lean esto
...si es que hay pinos que lean esto…
Sepan que los fresnos somos amigos de los pinos.
En nuestra pequeña estatura mostramos el camino de sus raíces en el suelo
Y en nuestro olor singular pretendemos demostrar
Que nosotros no olemos tan mal…
Entre nosotros nos entendemos tan pronto
Que ni hablar hacemos.
¿Para qué?
Sí lo sabemos todo…
Hablaremos a los pinos
Como siempre…
Para algún día…si Dios quiere… ser sus amigos.

Si no los fresnos tenemos un dicho:
“ellos se lo pierden” decimos entre amigos.
Pero nosotros no nos perdemos a los pinos!
¡Seáis pues bienvenidos!