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Ya no quiero en mi vida más hembras mutildas.
Si no me explico, para mí un hombre es sólo una mujer castrada.
Limitada y perdida.
Ya no me pierdo siguiendo los pasos de alguien que no sabe a dónde va.
(Y en la penumbra, sin avisar, asoma su cabeza blanca la esperanza...) ¿quien te ha dejado entrar...?
Ah, ya, ¡Es que tú nunca te vas!
¿Qué podeís hacer por mí?
Algo oí de que sabeís, no sé con qué extraña gracia, hacernos reír.
Ábreme entonces el corazón a carcajadas... te dejo entrar, hembra castrada.
Ven a arrancarme el cinismo
Ven a salvarme, a acompañarme...
Ven... hembra mutilada.
(aunque tenga la cara muy pequeña muy blanca y se escondida entre las mantas, ¡¿Quién es el listo que ignora a la esperanza!?
A.A.B
10 de julio de 2013, 12:26
Me mola el final.
ADR